No soporto los bolsos de Tous

Pasa los artículos por la franja infrarroja disimulando el hartazgo de días iguales, gentes iguales, facturas iguales. Seguramente en casa la espera un crío, quizá dos, su pareja, la hipoteca y gastos que nunca terminan. Acaba de pasar por su caja de hipermercado deshumanizado una mujer que roza los cuarenta. Viste camisa de imitación de seda verde, me he fijado porque lleva un wonderbra porque seguramente no puede pagarse los implantes de silicona. El efecto pitonazo es demoledor, y además la primera señal de que esta mujer, que se muere por aparentar ser pija, no es más que una pija de pacotilla. La segunda pista de sus ansias de medrar es el bolso de Tous. También me fijo, no los soporto. No soporto nada de esa marca que llena de osos a mujeres hechas y derechas. Cuando Mr Maiden y yo ponemos nuestro paquete de pan de molde sobre el lineal, la camisa verde que no es de seda avanza hacia nosotros peligrosamente. Va a por la cajera. A su yugular. "Oye, que me has cobrado mal", espeta en un tono de tal mala educación que toda la fila se vuelve a mirarla. La cajera enrojece. Aguanta durante más de tres minutos el tono insultante de esta pija de pacotilla, que lleva una niña aferrada a su mano. Siento lástima por esa niña. Porque será como su madre. Cuando termina de gritar, cuando se marcha, la cajera me mira y suelta un "menuda gilipollas" preñado de rabia contenida. Sí, menuda gilipollas. Y yo me siento mal por no haberle dicho a la mujer de camisa verde que no es de seda que por llevar un bolso de Tous no es más que esa cajera que la escucha en silencio. Pero quizá lo ha leído en la mirada de desprecio que toda la fila le ha dirigido. O quizá no.