Desalmado

Ellas, tan contentas...

Hace unos diez días, al salir de casa me encontré a un perro en la puerta. Delgaducho, tenía pinta de estos palleiros de caza que tanto abundan en los pueblos gallegos. Le di unas galletas que llevaba en el coche y las devoró. Cuando mi novio volvió el perro seguía allí. Le dio de comer y beber. No podíamos meterlo en casa porque nuestras tres perras necesitarían terapia para aceptar a un intruso a estas alturas. Como una de ellas estaba iniciando el celo pensamos que el perro, que tenía collar, se habría escapado de casa y regresaría en un par de días. Estuvo dos a la puerta de nuestra casa, pero luego no volvió a aparecer, así que imaginamos que habría vuelto con sus dueños. Pero ayer me lo encontré en la autopista. En un vial que enlaza la autopista de Baiona con la circunvalación de Vigo, a unos, no sé, 30 o 40 kilómetros de mi casa. Entré despacio en el vial, por eso no lo atropellé, porque estaba en medio de la carretera. Paré, y de pronto una pirada que llevaba detrás casi desde casa estuvo a punto de atropellarlo y de darme a mí una leche. Ni se fijó en el perro, estaba ocupadísima insultándome. Pensé que si ella hubiese entrado antes que yo en esa carretera el perro estaría muerto. A toda velocidad, intenté meter al perro en mi coche. Todavía se acordaba de mí, se acercó moviendo la cola, pero cuando le agarré por el collar para subirlo al coche se escabulló corriendo. No podía dar marcha atrás en plena autopista, así que llamé al 112. Llevo pensando desde ayer que está muerto. Es imposible que haya sobrevivido en una autopista. Llevo desde ayer pensando que alguien había abandonado a ese perro. Espero que la vida le cobre tarde o temprano esa muerte.