Vázquez

El día en que el búlgaro Stoichkov revolucionaba A Madroa (es donde entrena el Celta), seguido por decenas de cámaras y centenares de aficionados que le pedían que salve al Celta y, sobre todo, que el domingo gane al Deportivo, por la puerta de atrás se escabulló un hombre pequeño. Discreto siempre excepto sobre el terreno de juego. Se llama Fernando Vázquez y a pesar de ser el primer entrenador confesamente celtista que ha tenido el equipo en décadas, no logró conectar jamás con la afición. Con una gran parte sí, claro, al menos cuando nos rescató de Segunda División y nos enchufó a la Uefa. Pero aun estos le criticaron siempre su escasa ambición, su amor por las líneas defensivas atrasadas y, sobre todo, sus gestos de desprecio hacia la grada. Es esto último, imagino, lo que finalmente ha costado el puesto al ya ex entrenador celtiña. Porque, aunque entrenadores y futbolistas lo olvidan a menudo, quienes les ponemos ahí, sobre el campo, con sus sueldos millonarios, somos los aficionados.

Cuando Vázquez dejaba A Madroa, ¿le dolería escuchar los vítores al búlgaro? O, por el contrario, ¿sonreiría hacia su interior con una extraña sensación de alivio? No osaré defender a Vázquez. Como buena celtista, a mí me gusta el juego ofensivo, alegre, por las bandas. Pero cuando Vázquez dejaba A Madroa, una mujer rubia, oronda, le persiguió incansable increpándole, culpándole de nuestra situación en la tabla, en puestos de descenso. Si hubiese estado allí, le hubiese hablado a esa señora, en primer lugar, de educación. En el mundillo futbolístico la gente se permite actitudes que en su vida normal no comprendería en otros (¿se imaginan que esa señora metiera la pata en el curro y su jefe reaccionase así? ¿qué diría ella?). En segundo lugar, le hablaría de agradecimiento. Vázquez no ha sido un entrenador nefasto, aunque su estilo de juego no nos guste, ¿cómo no agradecerle sus logros? Para terminar, le recomendaría que aparte de gritar a Vázquez, al que doblaba en tamaño, la emprendiera también con los futbolistas, auténticos culpables de la situación del Celta.

Es lo que tiene el fútbol, que la memoria es efímera y la educación escasa. Para muchos, es parte de su encanto; para mí es uno de sus grandes defectos.

Foto: Efe (Publicada en El País)