Disculpas, mr Scorsese

No tengo más remedio, Mr Scorsese, que pedirle públicamente disculpas. Sin ver su película Infiltrados dudé de su capacidad para llevarse el Oscar, dudé de su calidad, dudé, en definitiva, de usted. Me había decepcionado tanto en El Aviador que estaba, por qué no decirlo, como enfadadilla. Y resulta que ayer vi Infiltrados. Una película impresionante. De la que no desvelaré nada para que quienes no la hayan visto aún la disfruten como yo la disfruté. Llegó un instante en que pensé que no tenía ni la más remota idea de cómo iba a terminar, ni siquiera una sospecha, y esto hacía mucho tiempo que no me sucedía. El guión es perfecto, un auténtico encaje de bolillos fascinante, en el que los buenos son a veces malos y los malos parecen buenos, en el que un impresionante Di Caprio (lo siento, Wilde, me rindo definitivamente a su calidad) sostiene con maestría el duelo con un Nicholson más Nicholson que nunca, y por ello perfecto. Disfruté más de dos horas de buen cine, y hoy tengo la obligación de pedirle disculpas, Sr Scorsese. No he visto aún dos de sus competidoras como mejor película (una es la de mi amado Clint), pero sin duda Infiltrados es una película grande.