La Favorita, un elegante restaurante madrileño, ha negado a una pareja homosexual un salón para celebrar allí su banquete de bodas. El País recoge hoy en portada que en Marruecos, Tarik Essadi, de 42 años, "se ha atrevido a abrir un debate sobre la homosexualidad en Marruecos pese a que en su código penal es un delito tipificado con entre seis meses y tres años de cárcel". Salvando las distancias, cabe preguntarse si un país como España, en el que los homosexuales tienen reconocidos legalmente sus derechos, puede permitirse seguir discriminándolos. Es decir, las leyes no han evolucionado parejas a la sociedad. La mayoría de los españoles acepta la homosexualidad, pero lejos de la puerta de su casa. Así es muy fácil ser moderno. En Marruecos, donde la homosexualidad es delito, la sociedad civil tampoco quiere verla. En esencia, la diferencia social entre los dos países no existe. Claro que la diferencia legal es abismal, y esto es lo que debería enorgullecernos como sociedad moderna. Pero de ahí a la normalización aún nos queda un buen trecho. Siempre me he preguntado por qué al sector conservador español, dirigido por la Iglesia Católica, le preocupa más que los homosexuales puedan casarse y tener hijos que el flujo constante de muertes de mujeres a manos de sus maridos o parejas. Curioso.
14 octubre 2006
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