21 octubre 2006

El mundo al derecho

La peluquera de Arcade, aunque parezca el título de una película, no es otra que Ana María Ríos, una chavala de lo más común que se fue de luna de miel a Cancún en un viaje organizado, algo que dice mucho de ella: para empezar, que jamás se le ocurriría llevar un detonador en la maleta. La semana pasada estuve hablando con la familia de Ana y la de su marido. Lo que más me impactó fue el horror que sentían ante la avalancha de popularidad, el deseo de volver a ser anónimos, comunes, invisibles. Quizá la reflexión que primero se me viene a la cabeza es cómo puede cambiar el azar la existencia de los sencillos. Ana María volvió hoy a casa, y hay algo que ya es distinto: para enfrentarse a los medios se ha peinado y pintado. Ya es consciente de la atención que despierta, después de regresar de la pesadilla. Espero no verla recorriendo platós de televisión en horario de máxima audiencia. La mujer sencilla, acorralada por la mala suerte, se convertiría entonces en un animal mediático y perdería todo su encanto. Pero decir no a miles de euros por hablar ante una cámara cuando ganarlos en tu peluquería te cuesta meses es demasiado heroico. Quizá no deberíamos pedir tanto de la gente sencilla.

Foto: La Voz de Galicia

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